Como lo escribe el Profesor J.C. LAFON:
« El nivel de la sordera abre mundos muy distintos
Naturalmente el umbral de audición representa solo un límite a partir de la cual los sonidos pueden ser percibidos según su composición espectral. De otra manera este dato implica solamente la posibilidad de existencia de la señal, pero de modo alguno si está bien percibido, si está bien reconocido y aún menos si puede ser operante en la comprensión de mensaje. Estos niveles calculado en decibeles solo indican de hecho lo que no se puede percibir, es un dato negativo.
Consideramos que la prótesis auditiva comienza a ser necesaria a la percepción del entorno solo cuando la pérdida auditiva alcanza 35 dB de pérdida, y más de 30 dB en la zona espectral del octavo 2 000 Hz. Recíprocamente una corrección por prótesis auditiva es conveniblemente adaptada cuando el límite de las posibilidades acústicas revela un nivel de uso de aproximadamente 30 dB de pérdida en comparación con el umbral de la audición normal. Por lo tanto toda sordera de la cual la pérdida no alcanza 40 dB de pérdida promedia deja la posibilidad de percibir el mundo circundante, amputado sin dudad de una parte de las informaciones útiles, pero a un grado autorizando una imagen mental coherente, compatible con una vida social normal.
Esto aún más que el ruido de fondo que nos rodea alcanza con frecuencia estos valores en la vida activa, tiene un efecto idéntico al de la elevación del umbral de audición. La emergencia de las formas acústicas a la comprensión no presenta una variación importante con el oyente. En cuanto al hablar en voz alta del cual el nivel sonoro promedio se sitúa entre 60 y 70 dB HL cerca de la boca del locutor, es percibido al menos en la mayor parte de sus rasgos pertinentes. Un poco de lectura labial completa la información. Así vemos todavía (tal vez menos que antes gracias a los exámenes más sistemáticos) adolescentes con sordera de percepción leve descubierta durante sus estudios segundarios, la sordera habiendo sido ignorada hasta ahora. No obstante el hándicap no es nulo, la voz susurrada, los sonidos lejanos, los murmullos no se pudiendo oír, lo que provoca una cierta molestia relacional y un universo empobrecido. Si otro hándicap existe en este niño, la incidencia de la sordera se vuelve entonces mucho más importante: un ambliope ya no puede tener una información auditiva paliativa, un retardado agrava sus dificultades de percepción, un discapacitado estructura más mal su entorno… Es por lo tanto indispensable en cada hándicap sensorial, intelectual o motor, verificar el nivel de audición para paliar un posible déficit, aunque leve.
El nivel 50 dB constituye una nueva frontera, es ubicado en el centro de las deficiencias auditivas promedio y reparte por lo tanto estas deficiencias en dos grupos: hasta 50 dB de pérdida promedio y más allá de 50 dB. Es por la razón muy simple que a partir de este novel la mayor parte de las informaciones acústicas del habla no llegan al centro auditivo. Por debajo de este umbral promedio, sobre todo si la forma de la curva muestra la mejor audición de los graves o de los agudos, los rastros pertinentes percibidos permiten un autocontrol de su voz. El sujeto controlas la intensidad de su voz, la melodía, el ritmo, los timbres de su emisión de voz. A lo contrario más allá de 50 dB timbres no le llegan. La ausencia de agudos ensordece la calidad de su voz, es destimbrada, los movimientos del velo del paladar son mal controlados, la articulación de las consonantes, especialmente las que tienen tonalidades agudas, no es tan franca, se desvanece, tomando el aspecto de lo que el sujeto oye. Encontraremos de nuevo este valor de 50 dB de pérdida auditiva promedia cuando hablaremos del carácter invalidante de las sorderas. Entramos realmente en el mundo de los sordos como lo concretiza instintivamente la sociedad delante de las dificultades relacionales verbales, el resultado del desafío escolar y el comportamiento de reacción el deficiente auditivo… »(1).
JYM
(1) Pr. J.C. LAFON « los niños deficientes auditivos » páginas 107 y 108